El escultor venezolano Rafael Barrios y el fotógrafo mexicano Rodrigo Alcocer de Garay proponen un diálogo entre los espacios escultórico y fotográfico, ambos enfocados a una realidad virtual, no
por ello menos real. Barrios crea ilusiones ópticas de volúmenes presentados como un reto a la gravedad, a la diferente percepción de los planos que componen el objeto, en función del modo
en que la luz del sol incide a diferentes horas del día. Alcocer crea imágenes de efectos de luz de atardeceres y anocheceres, generadas a partir de la fotografía analógica y aumentada de vídeos
encontrados en Youtube. Dos artistas que desde generaciones, temáticas y técnicas diferentes, convergen en un mismo espacio y en un mismo objetivo, unidos por unos efectos similares relacionados con la serialidad, la levedad y la dinámica, la luz y el color, así como un interés por “deconstruir” la materia y remodelarla. Si Barrios crea “volúmenes virtuales”, Alcocer recrea, en una realidad aumentada y analógica, “imágenes virtuales”.
Mientras que Barrios parte de la materia física hacia lo virtual, Alcocer recorre el camino contrario, de lo virtual a la imagen física. Unas imágenes en apariencia simples pero de trama compleja, que se resuleven mediante la tergiversación de la escala óptica. Merece la pena reproducir aquí el texto que Jesús Soto, artista y compañero de Barrios, le dedicó a éste, porque bien podría haber sido escrito para la exposición actual: “En la medida en que insistimos en proponer la realidad virtual como una simulación o una
representación de la identidad universal, estamos incurriendo en el mismo error académico que cuando se afirma que la pintura está destinada a fijar un momento de la realidad sin darnos cuenta
que ni siquiera la fotografía, considerada como la invención más próxima que nos permite atrapar la instantaneidad, escapa al valor temporal entre la fijación del estímulo y el tiempo de su
aprehensión.
Recordemos el río de Heráclito y las cavernas de Platón, imágenes aparentemente contradictorias pero que nos hacen reflexionar sobre el hecho de que no asistimos al conocimiento de una realidad sino a través de su proyección. Hoy hemos podido recibir la luz de estrellas que desaparecieron hace millones de años. ¿Es que acaso esa imagen no forma parte de nuestro mundo real? Por tanto el arte estará más cerca de la verdad, mientras su contenido incorpore lo virtual como un hecho sublime.” Ambos, desde su propio medio, ofrecen unas imágenes que, más allá de su similitud cromática, abordan el problema del conocimiento de la realidad. Como prestidigitadores, juegan con el engaño y los límites entre la realidad y la apariencia. Algo que en último término conecta con el momento actual en que el acceso masivo a las tecnologías digitales nos han traído asuntos ásperos como las “fake news”, la “posverdad”, y una paradójica falta de conexión persona a
persona en un mundo hiperconectado. Algo de todo esto está detrás de la producción de ambos artistas, a juzgar por las palabras de Jesús Soto sobre Rafael Barrios referidas más arriba, y por las de Rodrigo Alcocer sobre su obra, que reproducimos a continuación:
“Hago fotografías sobre fotografía. Estoy interesado en cómo la fotografia, en cuanto a práctica, disciplina y modalidad epistemológica, se inserta en y reacciona a discursos y prácticas generalizadas de producción y consumo de imágenes en nuestra cultura en este preciso momento histórico. Actualmente trabajo en las transiciones de la fotografía –y el cómo leemos nuestro contexto a partir de ella– entre las estrategias y métodos cada vez más dominantes de lo digital (la producción masiva/ generalizada, y la distribución casi instantánea de productos visuales) en contraposición con los métodos y prácticas relativos a la fotografía como práctica oficializada dentro del arte contemporáneo (el gran formato, la fotografía química y la serialidad), considerando que es en estos cambios de intervalo donde residen muchas maneras de continuar reflexionando y explorando distintas naturalezas de lo fotográfico en un mundo donde todos hacemos, editamos, mostramos y compartimos imágenes.”
“La naturaleza de mi trabajo reciente se entiende mucho más como una investigación en torno a flujos de información de las imágenes fotográficas y sus posibles materialidades, en un momento
donde prácticamente todos cargamos una cámara y podemos compartir masiva e inmediatamente cualquier cosa que hayamos fotografiado. Donde casi todos, en casi cualquier momento estamos
en el campo de visión de una cámara conectada a una red, y donde podemos dar por hecho que todos los lugares accesibles por el hombre ya han sido fotografiados y la mayoría de estas
imágenes hechas públicas. En este momento, cuando las preguntas sobre lo fotográfico tienden a ir en torno a los sujetos (quiénes o qué entidades hacen las imágenes y de quiénes y bajo qué
condiciones sociales) somos mucho menos los que intentamos reflexionar sobre cómo se constituyen estas imágenes y qué implicaciones conceptuales y materiales (y qué oportunidades
para crear obra a partir de esta cuestión) tiene el más reciente giro cultural hacia la imagen inmaterial y digital que estamos viviendo, donde la mayoría de las imágenes fotográficas están
hechas por máquinas-de-visión para ser leídas por otras máquinas-de-visión, y donde son “las imágenes conectadas en red las que nos ven a nosotros”.
Teresa Pérez-Jofre Santesmases