“Piel con piel”

La obra Piel con Piel surge de la  investigación  y la experimentación con la condición de fósil, concretamente con los procesos de descontextualización de los arboles fósiles que aparecen en un tiempo diferente y en lugares a los que no pertenecen, como si de un viaje se tratase.

Dentro de las experimentaciones con materiales, se profundiza sobre el proceso de mineralización de los cuerpos vegetales que se realiza en el subsuelo: el árbol cubierto de capas de sedimentos y sin oxígeno se ve penetrado (infiltrado por sus poros) por agua con sales minerales mientras su materia se descompone. Finalmente, queda un molde pétreo. En esta descomposición y transformación, la corteza, la piel del árbol, actúa como una costra que preserva su forma original. En algunos casos, tiene un aspecto brillante y multicolor debido a la presencia de hierro, manganeso y otros minerales.

Los árboles en sí mismos son un archivo que permite realizar análisis de composición atmosférica, estudios climáticos y de vegetación, así como detectar la existencia de incendios por las cicatrices de fuego en sus troncos, a lo largo del tiempo en el que viven. Podríamos decir que los arboles fosilizados resguardan esta memoria. A través de sus registros, vivos o fosilizados, podemos viajar en el tiempo, reconstruyendo ecosistemas y climas pasados, pero también parte de nuestra historia y la de la tierra. Muchos de los fósiles de árboles que encontramos no están en su lugar de origen y sus troncos aparecen seccionados, casi siempre sin su tramo final, debido al proceso de transporte fluvial que sufren post mortem, convirtiéndose en un rastro de los movimientos y cambios geográficos y geológicos.

 

Esta condición de ser transformado en un viaje oculto, subterráneo y descubierto posteriormente permite cuestionar los límites entre el adentro y el afuera, lo natural y lo no natural, entre lo humano y lo no humano, y cómo la percepción consciente de estas trasformaciones puede ser análoga a otros procesos internos. En este caso hablamos de árboles de piedra y mineral, que tienen memoria, una memoria también del dolor. Arboles con una piel que les protege e identifica, con heridas y cicatrices. Árboles que viajan en el espacio y en el tiempo, árboles que condensan tiempos. Piedras que son huellas, huellas que son moldes, arboles multicolores y brillantes.

En la traslación de estos nuevos árboles pétreos existe una capacidad de condensar tiempos, memorias y cuerpos. El cuerpo de la artista, como el de los arboles tiene memoria, cicatrices y dolor, a la vez que condensa tiempos. En el proyecto Piel con piel, Carmen Mora crea desde su mi propio cuerpo. Utiliza sus brazos, piernas y tronco, los cubre con arcilla como si de pieles se tratase, buscando su protección, buscando estar y sentir desde el lugar donde el fósil se genera, habitando el vacío, el entre como espacio.

El interés de la artista está en las capas, como aquellas que permiten la fosilización, capas que ocultan, capas de adentro, capas de afuera, capas que protegen, capas porosas, capas de piel que muta. Mora intenta sentirse como un fósil, cubierta de capas frías que recogen la forma de su cuerpo y las huellas de una nueva memoria. Colocándose en esta situación, puede sentir y tocar las capas. Mora genera una relación personal e íntima con ellas. El tacto dibuja las formas, y escapa con más frecuencia las estructuras proyectadas desde el pensamiento humano.

El desarrollo de este trabajo material reconfigura la relación entre la superficie y lo subyacente, con lo interno y lo externo, lo oculto y lo mostrado, lo mirado y lo sentido, en la búsqueda de la construcción de una nueva de relación con el entorno, como si buscara reafirmar una serie de presupuestos y percepción del mundo, una especie de cosmogonía alternativa.

El material es la arcilla y la artista la ha seleccionado por ser fría como un mineral, por ser flexible y adaptarse a la forma de mi piel,  como si de un fósil se tratase, por cómo se plasman las huellas generando una memoria, porque al manipularla se generan heridas, porque mientras trabajo con ella está viva.

De esta experimentación, de las pieles/cortezas de arcilla con las que experimenta, surge una familia de formas que se atraen y se combinan entre sí formando nuevos cuerpos. Estas piezas resultantes se cuecen en el horno, para posteriormente bañarlas en aguas de pigmentos naturales con los tonos de los arboles petrificados. Surgen tonos cárnicos y de epidermis. Las piezas recuerdan a la carne y a la epidermis. Su imagen y su material hace que se encuentren entre la piel y el fósil. Descontextualizadas y recostadas, aparecen en un lugar tras un largo viaje.

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