Proyecto H, a través de su sistema de residencias Proyecto T, se complace en presentar la obra del artista Javier Sánchez con la exposición Observación y pensamiento disponible desde el 20 de octubre al 15 de diciembre del 2022.
Javier Sánchez, es un artista que trabaja con la investigación y la práctica del sonido a través de las artes visuales. Su trabajo se nutre de procesos como el hackeo de tecnologías obsoletas, la experimentación con electricidad y la mezcla de estos medios con las artes plásticas. La deconstrucción de las ideas, las imágenes y los materiales son parte fundamental en su obra para integrar ejes temáticos.
Observación y pensamiento se compone de una serie de óleos sobre lienzos o Pinturas no objetivas, 2022 las cuales son resultado del uso del blanco, negro y naranja, y las múltiples mezclas y combinaciones que pueden surgir de estos colores. Las figuras tienen la intención de evitar cualquier tipo de representación del mundo natural y son el reflejo de una observación introspectiva del artista.
La instalación Obsolescencia Atemporal, 2022 es una pieza sonora que unifica el aspecto tecnológico con el resto de la muestra. La pieza interactiva proyecta en sus pantallas imágenes de las figuras que se encuentran en los lienzos y pueden ser modificados por el espectador utilizando el centro de mandos que, sin indicaciones, pistas u orden, cambian los colores y texturas de las formas. Las imágenes son acompañados por sonidos aleatorios que igualmente son activados por el mismo centro de mandos que no puede ser operado de otra manera más que a través del juego y la curiosidad de girar, picar, apretar, tocar y conectar los teclados que se presentan delante.
Javier Sánchez se ha enfocado como artista en la fenomenología de contenidos esenciales, en las manifestaciones orgánicas que se dan entre emisores y receptores, sin reproducir la apariencia de los objetos y sin llegar a la representación del mundo natural, sea ésta a través de los colores y formas en el lienzo, su traslación a la pantalla, el camino de los circuitos y sus activaciones, los campos irregulares de representación o el orden de los fragmentos, dispuestos en el tiempo para su observación. Es desde sus construcciones, transmisiones y alineamientos, que la obra nos provoca la pregunta sobre la representación de sus contenidos, más allá de su evidencia, a partir de desgastes que son tan mecánicos como metafísicos. Entre que lo digo, lo hago y lo doy, entre los trayectos y los transcursos que llevan de uno a otro.
Pienso, por ejemplo, en las equivalencias que pueden asumir entre lo que construye, en tanto instalación, como el mecanismo y su camino, sea unas vías y el tren que las recorre, sea una cuerda que sube y baja contenedores y contenidos, sea un dispositivo antropomórfico que remeda a un oso con platillos, mismos que bate entre la tensión, sujeción y liberación que se alternan dentro como mecanismo. Las acciones y su reiteración programada como un absurdo en aras de una eficiencia más grande, como la que puede esperarse de una máquina expendedora de dulces y refrescos, o de un cajero automático que lee tu tarjeta y te dice tus haberes y tus deberes, o del algoritmo a partir del cual –según sea lo que digas- decide que viene primero y que después. Las pienso como dispositivos que accionan otros dispositivos, en tanto estímulos, enseñados como estamos a seguir una sucesión de actos para alcanzar un fin. La pregunta es: ¿En qué medida los mecanismos se convierten en estímulos? El objetivo es lo inmanente ¿Cómo representamos o describimos estos estímulos? ¿Cómo les damos un lugar?
Insisto en lo inmanente, en ese campo electrificado que puede sentirse –y a veces verse u oírse- comparable al cielo de tormenta con sus truenos y rayos, pero que se infiere y se traduce por medios que pueden ser más o menos convencionales. Lo digo por las salidas formales que ha tenido la obra de Javier Sánchez, entregado a la exploración de materiales más sutiles –sonoros, sistémicos, electrónicos- para llegar a la pintura, trabajarla desde una noción aprendida que sobrepone campos de sentido, a manera de saturaciones y sobreposiciones con formas irregulares, asimétricas e incompletas, de una manera que podría parecer arbitraria pero no lo es, en tanto que son –o remedan- estos mismos campos –sean partículas o frecuencias- y como se empalman en el tiempo, en la sucesión de los instantes. Supongo que es desde esto mismo, la evidencia de lo inasible, en la pregunta de cómo podríamos atrapar el rayo con la mano; decirlo desde ahí, que recorre y recurre, ante la evidencia material de su represen
tación, a su fantasma, en la paradoja de su evidencia, como aparición que se genera por el bombardeo de rayos catódicos en un monitor. Ver se trasluce en ver más allá, en ver a través, apresado en la ilusión de que es lo que se ve, como ilusión que reproduce de manera mecánica, en la sucesión y repetición de los momentos de aquello que tuvimos por verdadero.
Ricardo Pohlenz