El programa de residencias Proyecto T le da la bienvenida a Mandy Cano para crear una serie de obras que formarán parte de su exposición individual “Carnívora”.
Mandy Cano fue criada por una madre soltera que formaba parte del ejército estadounidense. Su infancia fue una sucesión de bases militares y nuevas escuelas que conducen a una falta de pertenencia local y generacional. En la búsqueda de la permanencia, Cano se convirtió en coleccionista de fotos antiguas, libros desechados, cuentos populares, juguetes rotos, discos rayados, mitos griegos y todo lo que pudiera proporcionar una narrativa humana más amplia en la que la artista pudiera ubicar su propia historia. Estos recuerdos de segunda mano se convirtieron en su hogar.
Para la exposición Carnivora, Mandy Cano ha creado un cuerpo de trabajo que abarca ensamblaje, escultura, textiles y artesanías. Sus materiales incluyen juguetes rotos, flores falsas, calcetines de huérfanos, tapas de botellas, globos desinflados, cabello humano, envoltorios de caramelos y otros restos de la vida cotidiana. A partir de estos objetos desechados, Cano elabora piezas opulentas que hacen referencia a la decoración barroca, a las ofrendas caseras y al consumismo desenfrenado. La basura resucitada de la artista cuestiona los valores de nuestra cultura y las historias que han construido nuestro presente globalizado.
El proceso del artista también es igual de significativo. Ella organiza meticulosamente los objetos hasta el más mínimo detalle. Varias de sus pequeñas piezas, y sin pretensiones, tardan semanas y, a veces, meses en completarse. Cada trabajo es un vestigio de tacto, tiempo y habilidad, cualidades que una sociedad pasa por alto y, que al contrario, valora la eficiencia y la gratificación instantánea. Cano está igualmente atenta al diseño de sus piezas. Ella yuxtapone objetos, como figuras de luchadores y flores de plástico, para hablar de las convenciones de género y domesticidad. Sus decisiones sutiles ofrecen una protesta silenciosa a los juegos de poder relacionales.
La práctica íntima de Cano se traslada al público. Los espectadores reconocen elementos familiares de la infancia o los paquetes sobrantes que se desechan sin pensar después de su uso. Lo que una vez se dio por sentado se transforma a un objeto de deseo inalcanzable. Ese es el núcleo de Carnivora. La fusión de Cano de lo sagrado y lo mundano revela nuestra hambre por ambos. Quizás en algún lugar de la mezcla de lo alto y lo bajo, podamos cumplir nuestro deseo y, quizás, encontrar un sentido de hogar.